Cuándo terminé de leer “La Mandrágora” me impresionó mucho como Maquiavelo resolvió la obra: el personaje más prudente y educado, la señora Lucrecia y esposa de Micer Nicias, acepta sin queja (más bien se alegra que le haya pasado) la confesión del joven Callimaco y todo el retorcido plan que confeccionó para poder pasar una noche con ella, aceptando con plena alegría ser su amante hasta que su viejo marido se muera y se puedan casar y vivir felices.
Al principio me pareció absurdo y algo forzado ese final, no me creía que ese personaje tan recatado aceptará con tanta facilidad y alegría lo que le ocurría. Me recuerdo que leí varias veces el texto de Callimaco donde relata la respuesta que le dice Lucrecia luego de la confesión: “…Ya que tu astucia, la estupidez de mi marido, la simpleza de mi madre, y la avaricia de mi confesor me han llevado a hacer algo que por mí misma nunca habría hecho, quiero creer que sea celeste disposición el que así haya sido, y que yo no soy quién para rehusar lo que el cielo quiere que acepte…”.
Después de darle vueltas en la cabeza entendí que justamente el final tiene sentido por el desarrollo que tienen todos los personajes a lo largo de la obra y que Lucrecia expone de manera evidente en este texto que acabo de mencionar. La obra es una burla a las gentes y a la sociedad que Maquiavelo con su gran capacidad de observación logra plasmar en este hilarante texto teatral. Son sus personajes irreverentes e inmorales los que, dentro del mundo que creo, dan sentido a un final tan absurdo e inmoral como el que tiene La Mandrágora. La prueba mas evidente es que todos terminan “felices” incluso Micer Nicias que termina como un grandísimo cornudo sin saberlo.
Maquiavelo manejó con gran astucia la creación de cada personaje. Esto refleja su capacidad de observar con gran detenimiento y profundidad lo que se desarrolla a su alrededor. La introducción que tiene Ediciones Cátedra de la obra coloca: “…es interesante resaltar la seguridad que el secretario [Nicolas Maquiavelo] tiene en sí mismo, en su juicio político basado en la experiencia, en el conocimiento de hombres y hechos…”1
Esta opinión y muchas otras descripciones del escritor demuestran su destacada capacidad de análisis, capacidad que le ayudó (en mí opinión) en su carrera política y artítica por igual.
Por consecuencia “La Mandrágora” goza de una extensa gama de personajes que Lucrecia los menciona a la perfección en su texto final y es gracias a estos personajes que la obra cobra su sentido crítico y lúdico a la vez.
El personaje del fraile corrupto, falso e hipócrita me causó mucha risa. En lo personal nunca he sido muy crayente de la Iglesia Católica como institición, ni de ninguna Institución religiosa en particular y por consecuencia no le tengo particular respeto a los líderes y representantes de dichas instituciones, mucho menos despúes de las múltiples noticias que han salido en los medios de comunicación social actual sobre curas pederástras y similares. Pero esto no evita que sea conciente del valor que implica escribir así sobre un representante de la iglesia en el 1500, época conocida por el auge económico y politico de la Iglesia Católica en Europa y concretamente en Florencia-Italia, de donde proviene nuestro dramaturgo. En la obra, el Fray Timoteo es conocido por todos como un corrupto aprovechador que no dudara en hacer lo incorrecto con tal de que le den la “limosna” estipulada en el contrato.
Otro personaje que me causó mucha gracia fue el esposo de la linda Lucrecia: Micer Nicias, personaje al cual Maquiavelo le otorga una fuerte moral, un cumplimiento riguroso de las leyes y un oficio nada mas y nada menos que el de abogado, pero que es un grandísimo idiota en lo que concierne a la vida diaria, común y silvestre. Es curioso entonces que este personaje sea el primero en aceptar el plan macabro que le plantean
1) Nicolas Maquiavelo, Edicion de Helena Puigdoménech, “El Príncipe- La Mandrágora”, Ediciones Cátedra, Madrid, 2006, pág. 21.
Callimaco y Ligurio, pero en esta contradicción se encuentra lo interesante de la trama y lo que corrompe a todos los personajes mas respetados por la sociedad. Es evidente que Maquiavelo en este punto de su vida no cree en títulos ni en las personas que lo llevan.
Luego estan los dos personajes que la moral y la ética señalarían como “malvados”, “inmorales” y “despreciables”, el joven Callimaco y su gran compañero de fechorías Ligurio. Pero estos personajes no tendrían fuerza ni lograrían hacer lo que hicieron si el resto de los hombres honorables que aparecen en la obra no hubiesen coloborado y cedido a sus planes. En mi opinión estos dos personajes son los mas honestos de la historia, siempre con sus intenciones claras, sin esconderse, además son los más astutos. Es muy pertinente decir el adjetivo de maquiavélicos para describir a estos personajes, recordando que esta palabra surge del apellido del propio Nicolás Maquiavelo y su manera de crear enredos y estrategias.
Los dos últimos personajes que voy a mencionar son las mujeres que producen todo el conflicto de la obra, Lucrecia y su madre Sostrata. El personaje de la madre resuelve con gran sencillez y de forma muy concreta la necesidad de movilizar a su hija a una decisión bastante mal vista. Aunque Maquiavelo no la describe tan específicamente como para entender el origen social y económico de esta familia, por una frase2 que dice Callimaco sobre este personaje me recorrdó a las medres de las telenovelas venezolanas que manejan cualquier plan con gran astucia con tal de que su hija quede bien posicionada.
De último está Lucrecia, sobre esté personaje escribí al comienzo del ensayo y ahora que he desarrollado con mas profundidad los personajes y la intención de Maquiavelo al escribirlos y caracterizarlos del modo en que lo hizo, no me extraña que la linda y educada Lucrecia ceda al plan de Callimaco, al final todos los seres humanos (hombres y mujeres) tienen sus necesidades y sus debilidades y si una fuerza superior como es la Iglesia, la familia o la sociedad trata de reprimirlos, es natural que drenen esa tensión por algún lado y mientras más represión haya mayor será la necesidad de
2) “…la madre de Lucrecia fue mujer de fáciles costumbre; claro que, como ahora es rica [se refiere a Lucrecia], no se como actuar…” idem, pág.189.
drenar.
A veces pienso que si existiésemos en una sociedad ideal (quizás utópica) estos deslices de la vida no ocurrirían tanto o no fuesen tan mal visto ni castigados por la sociedad, la cultura y la civilización pero desde siempre el ser humano ha tenido la necesidad de liberarse de las grandes imposiciones de la vida aunque también las necesita para sobrevivir y sentirse seguro.
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